Posiblemente cuando los historiadores y lingüistas del cuarto milenio estudien nuestra lengua; esa especie de inglés macarrónico en la que hoy la estamos convirtiendo a gran velocidad, llegarán a algunas conclusiones. Una será que en los años fronterizos entre el segundo y tercer milenio, el dominio del globo fue de los angloparlantes, o sea de Estados Unidos. Pero además, sabrán solo con escucharnos, que estos mismos lideraron los cambios tecnológicos del tercer milenio, y por tanto inventaron conceptos y objetos que, bautizados por ellos en su lengua, acabaron escritas en nuestro diccionario.
Esto, nos guste o no, es un proceso natural y ha sucedido siempre y en todas las lenguas. Así nuestro castellano, que nace del latín vulgar, esto es, del latín hablado en las provincias romanas, y que ya por eso sufre su primera metamorfosis, muta después a lo que llamamos lenguas romances para llegar al siglo XV donde Nebrija con su primera Gramática certifica al castellano, madre del Español.
Claro que antes de llegar a la gramática de Nebrija, pasa por siglos de influencia árabe, precisamente en el momento en que nuestra lengua se halla en estado embrionario y por tanto absorbiendo y asimilando gran cantidad de palabras. La estancia de los conquistadores de lengua árabe en España durante ocho siglos, nos deja una profunda huella, que nos habla y da pistas de cuáles son los aportes culturales a nuestra cultura en perpetua construcción. Veamos estas en orden cronológico.
ÁRABES
Aparte de cientos de toponímicos, el árabe ha prestado miles de palabras a nuestro idioma. En construcción: atalayas, alcázar, almenas, rondas, alquerías, zaguanes, azoteas, alcantarillas… nos hablan de un pueblo en continuo conflicto que construye obras, pueblos y ciudades por todo el territorio. En comercio: alhóndigas, almonedas, quilates, adarmes, arrobas, quintales, almudes, fanegas… En los oficios: alfayate, albardero, alfarero, albéitar, albañiles, alarifes… En política y leyes: alcalde, alguacil, almojarife, albacea… En agricultura nos traen nuevos productos: la aceituna y el aceite, algodón, albaricoque, albérchigo, acelga, algarroba, altramuz… y hasta aprendemos a hacer albóndigas y alboronía, y cuando no se hace la almadraba nos comemos la mojama. Muy importante es también la introducción del regadío y su gestión del agua: noria, acequia, aljibe, alberca, albufera, azuda… en definitiva el gran aportador de palabras a nuestra lengua.
AMÉRICA
Inmediatamente después del dominio musulmán llega el descubrimiento de América. No es que este continente nos haya dejado muchas palabras, pues sus lenguas en el momento de la conquista son más primitivas que nuestro idioma. Pero de allí importamos infinidad de nuevos productos que han conservado sus nombres originales.
Las primeras palabras llegan de la zona del Caribe, como canoa (ya acogida por Nebrija en su Diccionario en 1495), huracán, sabana, cacique, maíz, ceiba, colibrí, guacamayo, enagua, caribe o caníbal. México, por la gran importancia que los aztecas tenían en la época del descubrimiento, dio también muchas voces de su idioma NÁHUATL: hule, tomate, chocolate, cacahuete, cacao, jícara, petaca, petate o aguacate, que por cierto, en lengua nahuatí significa “testículo” quizás por su forma, su rugosidad y porque suelen crecer en las ramas de dos en dos por lo menos. También dio palabras el QUICHUA hablado en el Imperio inca, como cóndor, alpaca, vicuña, pampa, chácra, cancha, o papa.
EUROPA
Después de la conquista de América vendrá el Imperio y nuestra ocupación y conquista de territorios en algunos de sus países. Aquí también se produce la adquisición de palabras para nuestra lengua. De Francia nuestros caballeros admiraban la cortesía y lujo francés, y no tardamos en adoptar palabras como: paje, jardín, cofre, trinchar, manjar, bajel, petimetre, coqueta, bufete, ficha, corsé, tupé, hotel, parterre, silueta, toilette, avalancha, cuplet (copla y cuplé), pot-pourri o soirée que acabó convertida en nuestro sarao.
Italia se encuentra en pleno Renacimiento admirado por todos los países, por tanto las palabras de las que nos apropiamos tienen en su mayoría relación con las artes e industrias: fachada, escorzo, parapeto, carroza, medalla, soneto, terceto, piano, barcarola, baqueta, centinela, alerta, bisoño, fragata, aspaviento, saltimlbanqui, charlar y charlatán, espadachin, gaceta... En la música hemos dejado incluso sin traducir el allegro, andante, troppo, fuga, pizzicato, etc. En el último siglo hemos sufrido también una invasión italiana de productos gastronómicos que en la actualidad usamos y hemos incluido en nuestro diccionario: espaguetis, macarrones, lasaña, canelones, piza, mozarela, tiramisú….
ÁFRICA
Son pocas las palabras de origen africano en la lengua española, pero quizás sea el caso donde se ve con más nitidez la historia y el rastro que deja cada palabra cuando viaja a otra lengua. De la cultura africana nos ha interesado su música y sus ritmos y danzas. Ritmos que viajaron por el Atlántico en los corazones de los esclavos y que fueron la semilla del jazz, blues, tangos, sambas, rock and roll, etc. Así en castellano nos encontramos con: conga, marimba, milonga, quilombo, samba, bombo, bachata, mucama, mochila, cachimba, tanga y tango, vudú, zombi…
Así son las lenguas! Entes vivos que cambian por días, por nuestros usos y por los cambios sociales. Los avances tecnológicos hay que nombrarlos y no dejamos de inventar, de crear nuevos conceptos y objetos. Por tanto relájate, porque ningún humano ni institución ha podido parar nunca la evolución del lenguaje. Estas van por donde dicen los pueblos que tienen que ir, y si ahora tenemos que incluir un par de miles de anglicismos… por algo será.
Bye! ciao! adios amigos!
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Fuente de las palabras:
MANUAL DE GRAMÁTICA HISTÓRICA ESPAÑOLA de Ramón Menéndez Pidal y elaboración propia.