Hubo una vez un alcalde en Córdoba que gobernó 15 meses y cambió para siempre la ciudad. Domingo Badía y Leblich (Barcelona, 1 de abril de 1767 - Damasco, 1818) fue un aventurero de la talla de Richard Francis Burton, con una vida ciertamente de película. Fue un militar, espía, arabista y aventurero español, conocido también como Alí Bey o Alí Bey el-Abbassi.
El primer contacto de este catalán con Andalucía de produce en 1778 a causa del nombramiento de su padre como contador de guerra y tesorero del partido judicial de Vera (Almería). Allí comenzó a interesarse por el mundo musulmán. En 1791 se casa y se muda a Córdoba para desempeñar su empleo como administrador de rentas de tabaco. En Córdoba estudió árabe y se interesó por el aerostato. Esto lo llevó a la bancarrota, por lo que en 1793 decidió marcharse a la corte junto con toda su familia.
En 1803, comienza su periplo como espia para la corte de Carlos IV., Emprendió un largo viaje por territorios musulmanes, haciéndolo camuflado como príncipe sirio musulmán descendiente de los abasíes, educado en Europa y bajo el nombre de Alí Bey el-Abbasí. Sus viajes lo llevaron a Marruecos, Argelia, Libia y diversas regiones del Imperio otomano (Egipto, Arabia, Siria, Turquía y Grecia), visitando regiones en las que nunca antes había estado un occidental.
Y aunque esta es la parte más jugosa de su biografía, que puedes investigar a través de internet o leyendo su libro “Travel of Ali-Bey”, en la que recogía sus viajes por el mundo árabe entre 1803 y 1807, voy a centrarme en el corto y fecundo período en el que fue alcalde de la ciudad.
Para un ciudadano, como yo, del siglo XXI, acostumbrado a ver torpes y largas legislaturas de cuatro años en las que apenas se producen cambios en la ciudad, y donde los proyectos se alargan varias legislaturas, entorpecidos por una más que sospechosa e inoperante burocracia, descubrir la sorprendente eficacia de este afrancesado, me lleva a dudar de si realmente no nos hubiera ido mejor de haber conseguido Napoleón sus objetivos.
El 5 de abril de 1810 fue nombrado alcalde de Córdoba, cargo que ostentó por espacio de 15 meses, hasta el 14 de julio de 1811. Introdujo el cultivo del algodón, la remolacha y la patata en la provincia. Llevó a cabo políticas modernas para la ciudad entre las que destacan: la construcción de tres cementerios (Cementerio de la Salud, Cementerio de San Rafael y otro en San Cayetano hoy desaparecido. Prohibe enterrar en las iglesias para evitar males a la salud pública. Se inauguran los Jardines de la Agricultura el día 1 de marzo de 1811 del que aún quedan restos de su diseño en las rotondas de los Patos. Importó para ello de Francia el plátano de sombra que hoy sigue protegiéndonos del sol en avenidas como la Ronda de Tejares, Gran Capitán o los mismos Jardines de Agricultura. Se traza el primer plano de la ciudad de Córdoba, el llamado Plano de los Franceses, realizado por el polaco barón de Karwinsky.
Debido a que las tropas francesas habían vaciado los conventos de la ciudad, Badía comienza una especie de “desamortización” lenta, mucho más eficaz que la realizada años más tarde por Mendizábal, de la que conocemos su desastroso resultado. Exime a los ciudadanos de la costosa obligación de alojar en sus casas a las tropas francesas, utilizando para esto algunos de los conventos que habían quedado vacíos.
En relación con la higiene vial la primera determinación que adoptó, recién llegado a la ciudad, fue que se barrieran las calles. En Córdoba, al igual que en la mayoría de las ciudades españolas, no se barrían las calles que se encontraban llenas de excrementos y de suciedades en las que toda clase de animales domésticos buceaban para buscar alimento entre los montones de basura. Estableció el servicio municipal de recogida de basuras permanente o nuevas disposiciones municipales para mantener la limpieza de la ciudad entre las que destacaban la obligación de los vecinos de barrer y regar sus aceras de las casas dos veces al día o a pagar este servicio, así como enterrar a los animales muertos lejos del casco urbano y a una determinada profundidad. Es decir, lo que hoy llamamos SADECO. Así llegó a convertir a Córdoba en una de las ciudades más limpias de Europa entonces.
Dentro del apartado de seguridad ciudadana impuso en la primera sesión de la municipalidad con carácter prioritario, que durante la noche se alumbrara la ciudad y la creación de brigadas de escopeteros, también llamadas milicias cívicas, para el resguardo de las calles y caminos y el mantenimiento del orden público. Es decir, lo que hoy llamamos Policía Local.
Hizo muchas más cosas que hoy harían las delicias de muchas personas en Córdoba, como derribar un viejo coso en el Campo de la Merced, pues los toros fueron abolidos por Pepe Botella. También fue el primer regidor que consiguió cobrarles los impuestos a la Iglesia, no sin dificultad, pero al final lo consiguió. Quizás con este asunto haga más adelante otro articulillo.
En 1818, Badía viaja en misión de espionaje a Damasco. Salió de París con el nombre de Alí-Othman pero fue descubierto por los servicios secretos británicos, que lo envenenaron en Damasco. Invitado a comer por un bajá a sueldo de los británicos, tomó su última taza de café.
Una vida de leyenda que dejó una huella imborrable en Córdoba ¡y solo en 15 meses!.
El conocido como "Plano de los Franceses" es la primera cartografía de la ciudad completa que se conoce. Fue encargado por Domingo Badía y su precisión en el levantamiento es sorprendente. En el podemos apreciar el nacimiento de los Jardines de Agricultura en la parte inferior. También están marcados los paseos de plátanos que hace plantar en las dos vías que comunican con dichos jardines; la ronda de Tejares y el paseo de la Victoria. Se puede apreciar también que aun no está construido el Cementerio de la Salud, pues este se tardarían años en completarlo.
Como curiosidad, el mapa está invertido respecto a la cartografía tradicional que ubica el Norte en la parte superior de la hoja, en este caso es el Río Guadalquivir, osea el Sur, el que está situado en la parte superior.