Contaba Zorba, el griego en la novela de Nikos Kazantzakis, "que las formas de las flores influyen en los colores que toman; el color influye en las propiedades de la flor. De tal modo, cada flor ejerce distinta acción en el cuerpo del hombre y, por lo tanto, en su alma."
Dicen también algunos que las flores son la sonrisa de la Tierra, pero a mí me parecen mucho más que una sonrisa; son el esquema de la vida: el nacimiento, la vida, el fruto, la decadencia y la muerte de todo lo que late resumido en un instante, como la efímera vida de una amapola silvestre. Es una perfecta cronología en poco tiempo resumida, del ciclo vital. Un regalo de la Naturaleza que nosotros así mismo regalamos cuando nace la vida, o cuando celebramos el amor y la amistad, incluso cuando despedimos a los seres queridos las flores están presentes. La flor siempre es un regalo.
Son el símbolo de la belleza más natural y sus colores transmiten alegría, quizás por eso fueron las elegidas desde el principio de la Historia para la decoración de los espacios suntuosos. desde los lotos egipcios hasta las barrocas rosas o las modernistas azucenas, los ricos y poderosos han decorado sus mansiones con flores. ¡Muchas flores! Quizás para huir de las tristezas del invierno, crearon complejas y costosas composiciones florales que inundan todos los elementos de estas arquitecturas de élite y que hoy, son el grueso de los elementos que construyen la Historia del Arte. Quizás porque lo que en el fondo son, es el origen mismo del Arte.
Todo está cubierto de flores; los azulejos, los tapices, los tejidos, las joyas, las pinturas, los relieves esculturales… es el ornamento por excelencia que se repite en todas las culturas del mundo, desde una pequeña isla polinesia hasta el gran imperio chino, sus autóctonas flores, forman parte de sus ornamentos. Hemos construido también códigos con ellas, y así las rosas rojas significan amor y pasión, el crisantemo la sabiduría, la dalia la gratitud, el girasol la fuerza, el geranio la alegría... hasta reflejar en ellas las mil caras de nuestro carácter y sentimientos.
Las flores no han dejado nunca de ser nuestros más bellos acompañantes. Van Gogh, Monet, O’Keeffe, Warhol, Murakami… diría que para la totalidad de los creadores sigue siendo protagonista de la representación artística, como el gran símbolo de la belleza tan arbitraria como geométrica que la vida encierra.
Pero y los pobres o el pueblo llano? también ellos admiran la belleza de las flores, también quieren vivir rodeados de ellas, sentirse vivos entre sus colores. Para ellos quedan los elementos más simples: un poco de tierra, un poco de agua, una pequeña y humilde semilla y ya se construye el milagro. El verdadero milagro pues al final se obtiene, no una representación, sino la flor misma con su color real, sus fragancias y su tiempo medido de vida.
Esta es la maceta, la humilde maceta que se cuida con paciencia y mimo en los Patios cordobeses, un definitivo y vivo “florero” que convierte durante la primavera los sencillos patios cordobeses, en suntuosos palacios superiores en belleza a lo que el más fino alarife pueda imitar. Porque los patios son Verdad; el nacimiento, la vida, el fruto, la decadencia y la muerte de todo lo que late, en un espectáculo de belleza infinita que todos debemos disfrutar y celebrar. Es por esto que nuestros Patios son hoy patrimonio inmaterial de la Humanidad, lo han sido siempre porque son la representación universal del esfuerzo que la Vida pone en disfrutar de la belleza que ella misma contiene. De lo eterno y de lo efímero concentrado como un ying y yang en el pequeño tamaño de una flor.