Córdoba posee tres reconocimientos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y esto no solo se debe a la presencia de la Mezquita-Catedral de Córdoba. Su riqueza patrimonial es tan enorme que se hace complicado mantenerla toda a la vista, no ya del visitante, si no también del propio cordobés. Es el caso de la monumental Plaza de la Compañía, que a pesar de su espectacularidad y su ubicación en el centro comercial de la ciudad, apenas es visitada por los turistas. Y esto tiene su explicación, y es que a pesar del su enorme monumentalidad, apenas lo que ves en la foto, es lo que podrás disfrutar de este enclave, porque sus puertas permanecen cerradas a cal y canto durante todos los fines de semana, que es el momento álgido de visitas a la ciudad.
La plaza de la Compañía pudo ser la primera universidad andaluza allá por el siglo XVII, pero quiénes debían dar su aprobación al proyecto decidieron rechazarlo. Aun así, esta plaza es y fue foco y centro de la vida educativa de la ciudad. Son los jesuitas los que desde 1554 y hasta su dramática expulsión en 1767, construyen el colegio de Santa Catalina y la Iglesia del Salvador, construida bajo las trazas de Hernán Ruiz II (a la derecha de la foto) y que constituye el único ejemplo de estilo manierista de la ciudad..
Pocos años después de la expulsión de los Jesuitas, se comienza en un solar cercano la construcción de otro gran colegio. Con proyecto de Baltasar Devreton, el edificio se concluye en 1772, pero ese mismo año, su enorme cúpula se desploma. Es entonces cuando Ventura Rodriguez interviene en su terminación reforzando y reconstruyendo la cúpula. (en el centro de la fotografía). El Colegio de Santa Victoria es un temprano ejemplo de arquitectura neoclásica y de una pureza estilística radical.
Completan el conjunto monumental (a la izquierda de la foto) la iglesia de Santo Domingo de Silos y su campanario, hoy sede del Archivo Histórico de la Ciudad, y en su centro, un interesante monumento dedicado a San Rafael, custodio de Córdoba.
Pero pese a la monumentalidad de este paisaje urbano, las verdaderas joyas de este están ocultas a la vista. No siempre ha sido así, pues en guías turísticas antiguas de la ciudad, puede verse que están incluidas como lugares visitables. Nos referimos a la impresionante escalera de mármoles de colores que contiene en su interior el antiguo colegio jesuita.
La Escalinata de la Compañía se levanta en 1701, cuando un antiguo edificio es derribado para construir el colegio que ha llegado hasta nuestro días. Su traza y dirección se atribuyen al lucentino Francisco Hurtado Izquierdo. La escalera es de tipo imperial y está realizada en mármol negro con embutidos en rojo, blanco y verde; abre al corredor por tres arcos de medio punto, con un tiro central, rellano con ventanal sobre zaguán bajo, y dos tramos -paralelos al anterior- que alcanzan el piso alto repitiendo la triple arquería. El espacio queda cubierto por una gran cúpula semiesférica sobre pechinas decorada con yeserías barrocas”. Para muchos experto esta escalinata es considerada como la mejor escalera barroca de todo el país.
Sin embargo, es casi imposible acceder a ella, no dispone de horas programadas para su visita cultural, como tampoco el monumental interior de la Iglesia del Colegio de Santa Victoria. En realidad esto, no solo sucede en este enclave. Las Iglesias fernandinas, tampoco son visitables fuera del horario de misas pues carecen también de una programación de apertura para su visita cultural y/o turística. Desconozco porqué es esto así, en una ciudad que vive casi exclusivamente del turismo, por qué tenemos cerrado nuestro patrimonio y tan ingente cantidad de joyas que bien pudieran atraer a los viajeros a estancias más largas en la cuidad. Desconozco si hay una razón oculta para mantener esta extraña y desde luego dañina actitud, pues ciudades más pequeñas y menos interesantes han resuelto este asunto de forma óptima y permite visitarlas con todas sus puertas abiertas.
Un deseo para 2018.
Por todo esto, y por el bien de todos, nosotros le vamos a pedir al año nuevo, que nos traiga gestores inteligentes y valientes, que sean capaces de abrir de par en par la ciudad para todos, que los monumentos se puedan visitar en horarios razonables y coincidentes con nuestro descanso y el flujo turístico, que se organicen con lucidez en rutas y programas que evidencien que se necesita mucho más que un fin de semana para ver, conocer y disfrutar esta rica y maravillosa ciudad monumental.
¡Feliz año a todos os desea el equipo de Hotel Viento10!