José Ortiz Echagüe (1886-1980) es el gran fotógrafo “aficionado” del siglo XX en España. Considerado en 1935 por la revista "American Photography" uno de los tres mejores fotógrafos del mundo, yo seguiré llamándole muy honoríficamente “aficionado”. Díganme si no, cómo se puede llamar a un ingeniero militar de profesión, que funda en 1923 Construcciones Aeronáuticas S.A. (C.A.S.A.) y más tarde, en 1950, la primera industria española de fabricación de automóviles en cadena, SEAT, de la que será nombrado Presidente hasta 1976.

Ortiz Echagüe tiene la fotografía por afición y siente por ella una pasión que desarrolla durante sus fines de semana y viajes. Su obra fotográfica se enfoca hacia los caracteres más definitorios de España: sus costumbres, atuendos tradicionales y lugares. Su obra se editó en 1950, en una fantástica colección de libros sobre el país. Uno de ellos es “España Mística” que incluye un bellísimo reportaje fotográfico sobre las Ermitas de Córdoba.

Estas impresionantes fotografías están realizadas con la difícil técnica de “Paper Fresson”. José Ortiz Echagüe estuvo empleando este proceso desde 1906 hasta 1966, año en que cesó su comercialización y entonces compró la patente del proceso y le dio el nombre de “Carbondir” ya que no podía llamarlo Fresson. De ese modo pudo continuar empleándolo en la mayoría de las fotografías que realizó. Con está técnica conseguía un mayor contraste y tonos más enérgicos que proporcionaban gran dramatismo a las fotografías.

A continuación me permito extraer del libro “España Mística” las pictorialistas y sensacionales fotos que este “leonardo” español realizó en nuestras Ermitas.
De repente Zurbarán.

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Ermitas de Córdoba
(Texto extraído del libro “España Mística”)

En las serranías cordobesas la vida eremítica debió comenzar mucho antes de la invasión árabe, pues, según las crónicas, el Obispo Osio, amigo de San Antonio, al regresar de Egipto, a principios del siglo IV, implantó la vida penitente en aquellos lugares. De ser así, la vida religiosa solitaria habría comenzado en España antes que en parte alguna de Occidente.

Desde entonces las cuevas y ermitas no debieron faltar nunca en las serranías de Córdoba, lo que parece confirmado en los escritos del mártir cordobés San Eulogio, que relata los martirios de los anacoretas cristianos allí refugiados y que vivían en cuevas o monasterios, tales como San Anastasio, San Teodomiro, San Rogelio y otros muchos que como monjes cita San Eulogio.

Por los siglos VIII y IX, las persecuciones arreciaron, y los monasterios desaparecen al huir sus monjes a Castilla bajo el terror de las persecuciones de Abderramán II. Son bien conocidas las influencias de la arquitectura religiosa de aquellos tiempos como consecuencia de este aflujo de monjes mozárabes a la mitad norte de la Península.

Las ermitas cordobesas actuales nada tienen que ver con las primitivas, como no sea la permanencia del lugar elegido por el Obispo Osio. Ocuparon antes una extensión mucho mayor que la actual, que abarcaba el espacio entre Hornachuelos y Villaviciosa, concentrándose la mayor parte en los alrededores del Castillo de la Albaida, donde aún se conservan cuevas que llevan el nombre de Ermitas Viejas.

Las ermitas que hoy vemos fueron establecidas en el XVI por el Hermano Gaspar, que inició la vida eremítica en el lugar conocido por el Cerro de Víboras en 1582.

En la actualidad, los ermitaños son 13, bajo la advocación de San Pablo. Deben dejarse crecer la barba y visten hábito pardo con manto y capucha, escapulario y capillo de sayas. Calzan alpargatas de esparto.

Se dedican a trabajos manuales y agrícolas, su cama es de tablas con una estera, un pellejo y una manta; obedecen a un Hermano Mayor y tienen capellán permanente en el Desierto.

El actual, denominado de Belén, es, por su emplazamiento, un ameno lugar, dominando la espléndida llanada de Córdoba, al que se ingresa por un blanqueado pórtico de tres arcos. Tras él se encuentra una amplia avenida de corpulentos cipreses (6), al final de la cual hay una gran cruz de mármol, de la que parten dos caminos. Uno conduce a la Ermita Mayor o Casa del Oratorio; el otro al cementerio, construido hace doscientos años

Este cementerio tiene doce nichos sin inscripción alguna, de los que uno tiene que estar siempre vacío y abierto, como permanente promesa para los más viejos Hermanos. Por ello después de cada entierro se procede a vaciar el nicho más antiguamente cerrado.

En la Casa Oratorio reside el Hermano Mayor, Su Hermano adjunto, el capellán, los donados — hasta que cumplen la edad de treinta años — y los pretendientes.

La invasión francesa y las exclaustraciones suspendieron temporalmente la vida eremítica en el Desierto de Belén.

Actualmente existen catorce ermitas con los nombres de los Apóstoles y otros Patronos. Cada ermita tiene un oratorio con el humilde lecho y una habitación para trabajos manuales; ambas dan a un corredor por el que se sale a un huerto, al que rodea una pequeña cerca. Tiene también cada una su pequeño campanario con que responder a los toques de la Ermita Mayor. Al lado de la puerta de entrada al huerto hay un torno o ventanillo donde deja la comida el encargado de repartirlas entonando el "Ave María Purísima"

Se rigen por reglas aprobadas por el Obispo de Córdoba, del que dependen. Se reúnen tan sólo para oír Misa en la Casa Oratorio, y los sábados, para cantar la Salve en comunidad. Practican la penitencia disciplinándose tres días a la semana. Pueden tener en común paseos dos veces al mes. Les es prohibida la carne, el vino y el tabaco. Se levantan para sus rezos desde las dos a las cuatro de la madrugada, por ser horas en que no lo hacen otras Comunidades, y conseguirse así que en ningún momento se deje de implorar al Cielo.


 

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