“Córdoba la Vieja” es como se ha llamado a las Ruinas de Medina Azahara hasta casi las puertas del siglo XX. Ya en las reparticiones que Fernando III hace de la tierra cordobesa en 1241 se hace referencia escrita, quizás por primera vez, a Córdoba la Vieja, lo cual nos da idea del estado de abandono y saqueo que Medina Azahara ya tenía antes de que los cristianos entraran en la ciudad.
Las dominaciones almorávide (1091-1148) y sobre todo, almohade (1148-1236) intensificaron el despojo de las ruinas y la dispersión de sus mejores materiales: la mezquita mayor de Granada, la mezquita al-Qarawiyyin de Fez, la Giralda de Sevilla que tiene en sus fachadas más de 130 capiteles de Medina Azahara, la Qasba de Marrakech, la torre de Hassan en Rabat, y buena parte de los alcázares y residencias palaciegas de al-Andalus y el norte de África, constituyeron el lugar de destino de piezas califales. Todos saqueaban y aprovechaban los lujosos materiales.
Por ejemplo, y a modo de curiosidad: El famoso Gallo que corona la torre románica de San Isidoro de León, símbolo de la ciudad y hoy convertido en popular imán de cocina, se supo no hace mucho, que provenía de uno de los primeros saqueos que sufrió la ciudad palatina. Hoy se exhibe en el museo de la ciudad como pieza principal. En la torre han puesto una réplica.
Cuando a comienzos del siglo XV la Orden de Jerónimos quiso establecerse en Andalucía, el Obispado les concedió unos terrenos en la sierra, lo que entonces se llamaba Castillo de Córdoba la Vieja, para que con sus materiales levantaran su nuevo monasterio. En este momento se hace un gran expolio de sillares y desaparecen los lienzos de murallas que aun quedaban en pie.
El muy erudito Ambrosio de Morales, cronista de Felipe II, hizo ímprobos esfuerzos para que se dejara de llamar a aquello “Córdoba la Vieja” pues él estaba convencido de que aquello era la ciudad fundacional de Claudio Marcelo, imaginaros el estado que entonces tendría aquel amasijo de piedras y ruinas, para que Ambrosio no encontrara ninguna inscripción cúfica que lo hubiera sacado del error.
Este error en la identificación se mantuvo hasta 1627 en que el cordobés Pedro Díaz de Ribas señaló el carácter árabe de las construcciones, asociándolas de manera concreta a un gran palacio erigido por Abd al-Rahman III, aunque sin precisar que se trataba de Medina Azahara (Madinat al-Zahra). Esta misma tesis fue sostenida por los distintos anticuarios y eruditos del siglo XVIII, entre ellos el P. Francisco Ruano en 1760 y Antonio Ponz en 1792.
Habrá que esperar hasta mediados del siglo XIX, con los inicios del moderno arabismo español y con él la traducción de uno de los autores importantes para el conocimiento de la ciudad, al-Maqqari, para que definitivamente se recupere la memoria histórica sobre la mítica fundación califal, que ya había sido identificada por Ceán Bermúdez en 1832 con el campo de ruinas conocido como Dehesa de Córdoba la Vieja.
Momento en el que se está desenterrando los muros del Salón Rico. 1905
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Un primer intento de excavación, guiado más por la curiosidad romántica de confirmar el sitio como el verdadero asiento de la ciudad, que por un interés científico que permitiera garantizar la continuidad de los trabajos, fue realizado en 1854 por Pascual de Gayangos y Pedro de Madrazo, resultando infructuoso por los problemas surgidos con el propietario de los terrenos. Habrá que esperar a los albores del siglo XX, cuando una nueva historia de Madinat al-Zahra, la de su recuperación, comience a hacerse efectiva.
En la Dehesa de Córdoba la Vieja era donde tenía el ganado bravo Rafael Molina, su nuevo propietario y famoso torero conocido con el sobrenombre de “El Lagartijo”. Este construyó la cerca con piedras extraídas de las ruinas de la ciudad palatina. En esta época, en 1889, Rodrigo Amador de los Ríos hace una excursión a las ruinas acompañado de Julio Romero de Torres, en la que recoge algunos fragmentos de piedras talladas que hoy están depositadas en el MAN. Una interesante crónica de esta excursión puede leerse completa aquí.
Será el arquitecto restaurador de la Mezquita Velázquez Bosco, el que a principios del siglo XX profundice y estudie los restos de la ciudad y publique sus resultados. Comienza aquí la protección de este espacio arqueológico y su puesta en valor. Un milenio después de su construcción la UNESCO concede el título de Patrimonio de la Humanidad. Hoy es uno de los lugares más interesantes de Córdoba, con un moderno y premiado centro de interpretación y con cierta actividad investigadora.
Ya no existe aquella “Córdoba la Vieja” de donde se extraían piedras ornamentales, capiteles y basas para cualquier construcción de casas en la ciudad. Hoy la huella de esa fabulosa ciudad está repartida por todo el mundo. Tendrás que visitar todos los grandes museos para descubrir sus ajuares. Sus trabajos de marfil que tan famosos fueron en el mundo entero, sus capiteles de avispero, sus bronces y estatuillas de fuentes… y hasta su leyenda, y por supuesto visitar la ciudad y su centro de interpretación. Un largo e interesante trabajo que tenemos por delante todos los cordobeses para reconstruir, al menos mentalmente, lo que fue una de las más espectaculares ciudades palatinas del mundo.
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NOTA: Las fotografías proceden de la colección privada de negativos de cristal de Antonio Moreno.