El Viento es un contubernio mágico entre el Sol y las rotaciones de la Tierra. Es un dios creador desde las mitologías más arcanas del hombre. Transporta las semillas y la vida, modela las montañas y crea las dunas y las olas. Ni la lluvia ni el agua dulce existirían sin la intervención del viento, es decir, que nosotros no seríamos si el viento no fuera.
Es creación y por eso es divinidad, pero como todo dios es diablo a la vez si su forma es de tornado o huracán, entonces transporta la destrucción, que a pesar de todo es otro de los ángulos de la Vida, otro proceso de la creación.
El Viento es, de todos los elementos el más libre, arbitrario e impredecible. Apenas se sabe cuando viene y cuando se marchará. Pero hemos aprendido a vivir en él sin poderlo dominar o tocar, solo sentir. Lo aprovechamos desde antaño para mover los molinos, para hinchar las velas que nos han permitido descubrir el mundo, hemos aprendido a hacer música con él, pero sobre todo hemos aprendido a respetarlo conscientes de su enorme poder.
Los escritores, los poetas, músicos y pintores lo veneran como a un dios que es. “Los príncipes gobiernan todas las cosas, salvo el viento.” escribe Victor Hugo. “La respuesta esta en el viento”, canta Bob Dylan. “Si quieres conocer lo divino, siente el viento en tu cara y el calor del sol en tus manos” rezaba Buda. O Herman Melville que escribía: “Si yo fuera el viento, dejaría de soplar en un mundo tan perverso y cobarde. Me arrastraría a una caverna y me quedaría en ella. Sin embargo, el viento es un ser noble y heroico”.
El viento está en nuestro lenguaje cotidiano la mayoría de las veces ligado a nuestro carácter y nuestro destino. El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, el realista ajusta las velas. Decía Séneca que “Cuando no sabemos a qué puerto nos dirigimos, todos los vientos son desfavorables.”
A lo largo de nuestro caminar nos adaptamos al rumbo de los vientos que corren, y cuando estamos perdidos estamos a merced de los vientos. O podemos ir contra viento y marea, o aprovechar los vientos. O ser prudentes y no sembrar vientos para no recoger tempestades. O como dice un proverbio indio “No hay árbol que el viento no haya sacudido”. Ah! y cuando sientas que todo se pone en tu contra, recuerda que un avión despega contra el viento, no a favor. Y que el hombre inteligente no orina contra el viento.
Hay vientos planetarios como los Alísios o el Monzón que determinan los climas de continentes enteros. Y hay vientos locales como el Terral, que soplando del norte es propiedad de los malagueños que lo temen como a una vara verde.
Y no hay ciudad que no tenga su calle del Viento. Las hay además que tienen calle Solano, o Mistral, Levante, Poniente, Tramontana, Céfiro… y todos los nombres con que lo hemos bautizado en el empeño de conocerlo, de saber de dónde viene y a dónde va, de si será dios o diablo.
Desde nuestra calle del Viento, de Sur o de Levante, hoy queremos regalaros esta Rosa de los Vientos españoles para que encontréis el vuestro, el que mejor os empuje.