Qué provoca que hacia 1905 personajes como Augusto Rodin, Zuloaga, Pio Baroja o Darío de Regoyos visiten la entonces olvidada y deprimida ciudad de Córdoba. Es acaso como aseguran algunos la visita al escultor Inurria, o quizás la búsqueda de inspiración para nuevos libros o pinturas. Nada más lejos de estos poéticos motivos.

Lo que de verdad los trae a la ciudad y el punto en común certificado en todos ellos, es la compra o su intento, de una pintura de El Greco que un médico de la ciudad posee y ha puesto a la venta. Todo lo demás podría ser los complementos naturales de personas con el talento de los antes citados.

Que el escultor Rodin visite en la Escuela de Artes  de Agustín Moreno, muy cerca de Viento10, a Mateo Inurria y mantengan después una relación espistolar, o que Baroja escriba su “Feria de los Discretos” ambientada en la ciudad, no parecen ser los motivos centrales de sendos viajes si no más bien consecuencias de estos.

El pintor Ignacio Zuloaga es el gran rescatador del olvido al que estaba condenado Doménikos Theotokópoulos “El Greco”. Enamorados de sus obras, él y toda la generación del 98 lo reivindican como genio de la pintura y lo consideran el primer pintor moderno de la Historia. Su conocidísima distorsión de las formas, seña de identidad de su pintura, es vista como el primer intento de abandonar la representación fiel de la naturaleza para añadir sentimientos personales a la pintura. Esto, en el momento en que la fotografía pone en tela de cuestión la necesidad de que la pintura sea fiel al modelo y que empiezan a aparecer los “istmos” que harán la gran revolución contemporánea de la pintura, convierten al Greco y su obra en un objetivo de toda esta generación.

Zuloaga es el que más “Grecos” consigue rescatar, llega a tener hasta doce en su colección privada. Los busca por todas partes, los compra allí donde los encuentra por cualquier rincón de España o Europa. En 1905 tiene noticias de que está puesto a la venta en Córdoba un cuadro (en realidad es medio cuadro).

La pintura es un fragmento de un gran retablo encargado de la iglesia del hospital de San Juan Bautista en Toledo. Representa un pasaje en la Biblia, Apocalipsis (6: 9-11) que describe la apertura del Quinto Sello al final de los tiempos, y la distribución de túnicas blancas a "aquellos que han sido asesinados por el trabajo de Dios y por el testigo que ellos dieron a luz ". La parte superior faltante puede haber mostrado al Cordero sacrificial abriendo el Quinto Sello.

Durante el siglo XIX había pertenecido este lienzo a J. Núñez del Prado, después a don Antonio Cánovas del Castillo. El cuadro había sido mutilado en unos 175 cm de altura, a causa del pobrísimo estado en que había llegado a sus manos, durante el proceso de su “restauración” de 1880, de forma que San Juan Evangelista se convertía en un personaje que señalaba hacia ninguna parte. Y así, ya mutilado llega a manos del médico cordobés Dr. Rafael Vázquez de la Plaza que lo pone a la venta con el título “Amor sacro y amor profano” (curiosa coincidencia con el cuadro de Romero de Torres). Título que mantuva hasta 1908 en que fue rebautizado “Visión del Apocalipsis”.

Previamente, en 1904, Baroja y Regoyos, de los que ya hemos hablado en este blog, ven el cuadro en Córdoba, que entonces está a la venta por 2.500 pesetas, lo que no está al alcance de estos dos bohemios novecentistas y rechazan comprarlo. Son posiblemente los que le pasan la información al común amigo Ignacio Zuloaga, que un año después baja a Córdoba acompañado de Rodin y del crítico de arte Ivan Tchukin y se hace con el cuadro por tan solo 1.000 pesetas.

 

Comparativa entre el cuadro de El Greco y la obra de Picasso.

 

Este “medio cuadro” y quizás por eso más enigmático e interesante, fue un cuadro de culto para toda la generación de pintores que está amaneciendo con el siglo XX. Pablo Picasso, que mantiene amistad con Zuloaga, lo visita en su estudio de París donde se haya el cuadro entonces. Lo observa y lo estudia y le sirve de inspiración para una de sus primeras y más famosa obra cubista: Les Demoiselles d'Avignon.

Ignacio Zuloaga la mantuvo en su poder en Paris y Zumaya (1905–1945), pasando tras su fallecimiento al Museo Zuloaga de Zumaya (1945–1956), para ser vendida a través de las Newhouse Galleries de New York al Metropolitan Museum of Art en 1956 donde hoy se exhibe y se puede contemplar. 
https://www.metmuseum.org/art/collection/search/436576

 

Ignacio Zuloaga con Auguste Rodin y el coleccionista y marchante ruso Ivan Ivanovitch Shchukin.
La fotografía es muy posible que esté tomada en Córdoba.
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Fuente documental
:
Luces y sombras de una pasión: Zuloaga y El Greco.
Fernando Marías.
http://revistaseug.ugr.es/index.php/caug/article/viewFile/270/261


 

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