El turismo es tan antiguo como las ciudades. Ya los griegos emprendían viajes de placer para asistir a los Juegos en la ciudad de Olimpia. Los romanos eran muy aficionados a los baños y termas y las visitaban a muchas leguas de su residencia habitual.

En la Edad Media la cosa decae pero cierto “turismo” sigue vivo en las peregrinaciones a santos lugares, y que serán el origen de rutas hoy tan populares como el Camino de Santiago.

Pero será la Revolución industrial y del transporte la que definitivamente hará explotar el turismo a nivel mundial hasta convertirlo en lo que es hoy; la mayor industria del mundo. Con los parones de las guerras mundiales, será la década de los 50 el momento mágico donde esta industria alcanza su velocidad de crucero.

Pero tanto al principio como en sus momentos más álgidos, hay un elemento que siempre acompaña al turista y es su maleta. A principio de siglo poseer una maleta era un signo de distinción que no estaba al alcance de muchos. Tener una maleta o baúl de equipaje, era la prueba clara de tener una posición social acomodada. Estas podían ser de madera, de cuero o incluso de tela reforzada. Eran objetos de una vida larga, a veces se heredaban pues estaban pensadas y diseñadas para resistir duras pruebas durante su larga vida.

Pero además eran el soporte de una especie de medallero que la maleta iba rellenando con adhesivos referentes a las ciudades visitadas. Estas pegatinas solían ser una gentileza y promoción de los hoteles más finos de la ciudad. El turista podía presumir de su estatus mientras sus maletas eran porteadas por los andenes del ferrocarril o los muelles de atraque.

Aquella moda cayó en desuso cuando el coche particular se convirtió en el gran transporte turístico. Entonces las populares pegatinas pasaron a las chapas de los coches; la maleta ya no se lucía, ahora era el coche el que presumía de haber estado aquí y allá. Por tanto era el coche el que lucía ese exótico “medallero” que alimentaba el ego de su dueño. Recuerdo bien de ese entonces, como la chiquillería nos dedicábamos a verlas, leerlas y arrancarlas para coleccionarlas en nuestras carpetas, quizás soñando con el día en que nosotros visitáramos también esos lugares.

Pero también estas pegatinas pasaron de moda, pero no así nuestra necesidad de presumir de los destinos visitados. Y ahí entró el popular imán de nevera, hoy el objeto más vendido por las tiendas turísticas. No hay turista que no se lleve para su nevera un pequeño imán que deje constancia a sus visitas de los kilómetros recorridos por el mundo en calidad de turista. Hoy es el imán el que ha remplazado a aquellas viejas pegatinas de maleta, y que siguen cumpliendo su función de ponerle los dientes largos a familia y amigos cuando nos visitan.

También en Córdoba, claro, esta moda de las pegatinas de maleta hizo su trabajo en los comienzos del turismo. Viejos hoteles hoy ya desaparecidos dejaron su huella en estos trozos de papel antes de ser engullidos por paradores y hoteles conceptualmente más modernos. Sirva esta pequeña galería como homenaje a esos pioneros que dieron confort a los primeros turistas que visitaron la ciudad, y también, porqué no, a los que hoy tomaron el relevo de este bello y duro trabajo.

ETIQUETAS PARA MALETA DE VIEJOS HOTELES DE CÓRDOBA

Hotel Simon
Hotel Avenida
Hotel El Brillante 2
Hotel El Brillante
Hotel Carmen
Hotel Cuatro Naciones
Hotel Granada
Hotel Montes
Hotel Palace
Hotel Palace 2
Hotel Regina
Hotel Victoria
Hotel Zahira 2
Hotel Zahira 1


 

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