Dice la Wikipedia que Antoine Alexandre Henri Poinsinet, nació en Fontainebleau el 17 noviembre de 1735 y murió ahogado en el Guadalquivir, en Córdoba, el  7 de junio de 1769.
Este dramaturgo y libretista francés del gran Philidor -al que la Wikipedia dedica más espacio a explicar su inaudita personalidad que a su propia obra- es el protagonista de esta curiosa historia que sucede muy cerca de nuestro Hotel Viento10. 

Poinsinet vive en París en los tiempos de la Ilustración. Pertenece como casi todos los enciclopedistas a la alta burguesía francesa, y este grupo, entre los que se encuentran d'Alembert, Diderot, Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau y un ya anciano Voltaire, es al que pertenece nuestro libretista.

Poinsinet estaba dotado de unas tragaderas tan especiales y de una credulidad tan inaudita y fuera del sentido común, que lo hicieron centro de las más inverosímiles bromas. Tantas y tan sonadas que aún hoy se repiten en coplillas, refranes y frases hechas que circulan por toda la geografía francesa. Un tal Jean Monnet, cuenta en sus memorias las bromas que le organizaban al ingenuo Poinsenet y ocupan nada menos que 23 capítulos de su segundo tomo.

Las bromas eran muy elaboradas y absolutamente delirantes, y nuestro libretista siempre picaba. Citaré algunas: En una ocasión le hicieron creer que la Zarina Catalina lo requería como instructor del príncipe, para lo cual debería aprender ruso. Le organizaron clases y estuvo durante seis meses aprendiendo una lengua que resultó ser un dialecto del bretón. En otra ocasión lo convencieron después de una borrachera, de que había asestado 20 estocadas a un capitán de mosqueteros, y siguiendo la broma le metieron en la Bastilla y allí lo retuvieron presa del pánico, hasta que vino un decreto de Luis XV indultándole de la pena de muerte.

Tan increíble era la eficacia de los engaños, que los enciclopedistas decidieron crear una palabra para definir este tipo de engaños: “Mystifier” que admitida hoy en todas las lenguas, corresponde al vocablo español “Mistificación”, no confundir con mitificación.

Partidarios y detractores de la inclusión del término, protagonizaron uno de los debates más ásperos y largos de los que se produjeron en el seno de los enciclopedistas. Voltaire se negó rotúndamente y jamás reconoció el término, pero al final se impuso Diderot, y hoy es una palabra de moda entre pensadores, filósofos y analistas de los medios de masa.

 El diccionario de la RAE la define así:
mistificar. (Del fr. mystifier). 1. tr. Engañar, embaucar. 2. tr. Falsear, falsificar, deformar.

Bien!, pues parece que el último acto de mistificación de Poinsenet sucede en los arenales del Molino de Martos. Poinsenet ha venido en gira por España para promocionar la lírica italiana y francesa, mayoritariamente óperas bufas, con una compañía de teatro. Dicen que en una calurosa noche de junio y después de una opípara cena, convencen a nuestro  ingenuo de que puede andar sobre las aguas del río Guadalquivir, y ni corto ni perezoso, pero si algo bebido, se lanza al agua y, como es lógico para quien no sabe nadar, muere ahogado en nuestro río, acabando así con su vida pero no con su leyenda. A partir de este momento pasó a ser llamado popularmente y con cierta sorna "Don Antonio Poinsinetto".

Sobre este hecho luctuoso hay varias versiones, otros dicen que fue un corte de digestión, pero una vez leídos los 23 capítulos sobre sus bromas y engaños, yo me quedo con la primera versión. ¿Y tú, con cual te quedas?

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